martes, 26 de enero de 2010

Pasando la gasolinera

Echaba de menos el momento de llevarla a casa antes de cenar. No son más que quince o veinte minutos en coche pero ella hace que parezcan una eternidad con esa alegría tan suya que la caracteriza. Siempre supe que estaba ahí, escondida en alguna parte de su interior y cuando salió por fin a la luz no pude resistirme, como si se tratara de una adicción. La luz que la embriaga es tan inmensa como incalculable.
La última vez que la llevé hasta casa, los últimos rayos del día brillaban en su pelo y entorpecían la visibilidad del trayecto en aquella carretera de asfalto rendido tras interminables recorridos de los transeúntes a lo largo del día. La travesía, como tantas otras veces, avanzaba a penas unos metros lentamente hasta que acababa el fatigoso tramo donde se unían los dos carriles pasando la gasolinera. Yo la miraba de reojo con las manos al volante, como siempre, esperando que de un segundo a otro el coche de delante anduviese para mi sorpresa, ella sacaba el brazo derecho por la ventanilla del copiloto haciendo ondas al son de alguna canción que se escuchaba. Daba igual que fuese de alguna cadena de radio, de su apasionado rock español de los ochenta, o de la última lista de éxitos americanos porque se las sabía todas. Ahora tengo grabada en la memoria su voz cantando desde la semana pasada. -No calla nunca pero a mi me encanta oírla, como si no importara nada más entonces.- Cuando la letra de alguna de ellas hacía alusión al Amor, ella dejaba de mirar el paisaje y se giraba hacia mi, me sonreía inmortalizando mi sonrisa en sus gafas de sol y hacía la tierna imprudencia de besarme condujera o no.

2 comentarios:

BloodGhost dijo...

(:

BloodGhost dijo...

No te preocupes pequeña
yo te seguire leyendo :)