Al rozar con su lengua la de la chica, sintió como si una descarga de corriente eléctrica le hubiera recorrido el cuerpo, una descarga muy agradable, y por primera vez desde ese pequeño beso robado la noche anterior, dejó de sentirse enfermo y débil. Se sentía invadido por un bienestar, por una euforia, por algo que sólo podría describir con adjetivos demasiados románticos para que él los admitiera, que casi se notaba mareado.
De pronto, un pensamiento fugaz cruzó por su mente convirtiéndose al instante en una necesidad.
¿Sentiría ella lo mismo que él?
Tenía que sentirlo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
que pecado tan bello el amor...el sexo...los besos...las pausas entrecortadas entre cada aliento...me encanta pecar
te quiero
Publicar un comentario