domingo, 13 de diciembre de 2009

Aun...

Estoy temblando.

Todo mi cuerpo se estremece al contacto con tu aliento. La sangre bombea frenética y mi corazón, palpita, desbocado, al galope de una sensacion que no puedo controlar.

La almohada es testigo de mi sufrimiento, acalla mis gritos, acalla mi fuego, aunque no puede apagar esta hoguera, este incendio que llevo dentro.

No puedo dormir, estoy sudando, doy vueltas en la cama y una y otra vez veo tu cara reflejada en todas partes, entre mis sábanas, grabada en mi piel, en las paredes, en el aire. Te veo. Te sueño. Te siento. Te siento…

Hace frío.

¿Cómo pasó?
¿Qué me has dado para enloquecerme?

No puedo conciliar el sueño, entre tus recuerdos.

Hierba fresca, menta, lujuria y pasión.
Tu fragancia rodeaba mi piel, tú, apegabas tu cuerpo contra el mío, mientras un nudo en mi garganta me impedía respirar.

Apretaba la mandíbula, intentando no hablar. Pero tocaste mi rostro y cerré los ojos, sintiendo tu poder, ése poder increíble que desatas con solo mirarme.
Con un dedo tocaste mis labios. Sentí tu contacto y me quedé paralizada.

Aún sigues en mí, te siento.

Te acercaste y te acercaste a mí, rozándome. Quise cerrar los labios e impedirte lo que ibas a hacer, pero no me dejaste. Vi la resolución en tus ojos.

Tus labios rozaron los míos, un leve contacto que recorrió mi cuerpo en una descarga eléctrica, ávida.

Deseábamos demasiado.

Me besaste. Mi cabeza estaba loca, dando gritos a mi cuerpo, que no reaccionaba.

Unimos nuestras bocas, anhelantes, y nos besamos con pasión, mientras la electricidad volvía a recorrer mi cuerpo, lentamente.

Un beso, dos besos, tres, cuatro, cinco...¿cuántos? Perdí la cuenta.

Sentí tu lengua explorando mi boca, dentro de mí, apresándome como una frágil pieza de cristal.
Y yo, sólo podía sentir que iba a perder la razón.

Me mordiste en el cuello, sentí tus dientes clavándose en mi piel…Incitandome, provocandome…

Eché la cabeza hacia atrás, tú me abrazaste y te sentí tan cerca...Mi corazón golpeaba tu pecho, mi respiración se mezclaba con la tuya, ambas tan rápidas y agitadas, que no podíamos contar su ritmo.

Me sentía tan pequeña entre tus brazos, que creí que me rompería en mil pedazos si me soltabas.

La oscuridad era nuestra aliada.

Nos sumergimos en el espesor de la negrura, en una sala en penumbra. Tu habitación

La cama no estaba fría. Me tendiste en ella, tan delicadamente, como si una pluma cayera entre sábanas de seda.

Brillaban tus ojos, en el fondo de tu pupila, una luz con intensidad, reflajando mi mirada perdida y perturbada.

Intenté hablar pero me susurraste silencio mientras seguías besando mi oído, enredando tus manos en mi pelo.

Tus manos eran caricias, tus besos eran pasión. Pasión que tú me hacías sentir. Tan ciega y tan loca…

Clavé mis uñas en mi propia piel. En tu espalda

Podía verlo en tus ojos oscurecidos, en tus entrañas, como en las mías, había fuego, fuego desatado, fuego inhumano, fuego, fuego, fuego...

Lo recuerdo. Acallo un gemido contra mi almohada.

Lentamente desabrochaste los botones de mi camisa. Y tus manos, nunca estaban quietas. Una y otra vez las sentía en distintas partes de mi cuerpo, notaba su calor, notaba su radiación.

Y deslizaste mi camisa acariciando mis hombros...Yo te detuve.
Mas tú me cogiste las muñecas y las besaste, al tiempo que las colocabas detrás de mi cabeza y mi débil oposición quedaba nula.

Me murmuraste al oído palabras obscenas que sólo aumentaron mi deseo. Volviste a morderme y apegaste tu cuerpo al mío. "Tócame", me decías. "Siénteme" "Bésame"

Me soltó y lentamente, soplando al tiempo que desnudaba, mi ropa quedó reducida a un montón de tela inservible.

Te quitaste la camisa. Me rodeaste con tus brazos y volvimos a besarnos.Volviendo al juego.
Jugabas con mi pelo. Jugabas con el broche de mi sujetador, hasta que lo lograste romper..

Y yo, no quería parar.

Me pediste que te mirara. Ver tus pupilas brillando era demasiado.

Me besaste los senos, el cuello, el vientre, torneaste mi cintura, mis caderas.

Estaba ardiendo, ardiendo...

Separaste mis piernas y colocaste tus manos en mis muslos, flexionando mis rodillas.

Gemía y pronunciaba tu nombre. Tu nombre…

Besabas zonas tan ocultas, tan retraídas de ojos y miradas.

Me desnudaste. Te desnudaste.
Ya bastaba de barreras.

Paró. Yo le miré.
Respiraba a trancas.
"No puedo", dije con un suspiro ahogado. "No debo"

Me besó en los labios y yo le rodeé el cuello mientras él se aferraba a mi cintura con ansiedad.

"No puedo irme." "No debo hacerlo"

Me tiré al abismo del placer y lo prohibido.

Tarde o temprano hubiese ocurrido

Todo. Te lo di todo.

Me abrazaste fuerte mientras mis piernas temblaban.
Y me hablaste al oído de nuevo, con cosas tan dulces, tan románticas...me sedujiste con tus frases.
Me dejé llevar.

Suave. Fuiste tan suave que casi no noté ese nuevo contacto en mi cuerpo.
Pero de pronto, como una estrella fugaz pasando por mi mente, sentí tu presencia, sentí tu contacto y como empezabas a fundir tu cuerpo con el mío.

El temblor se había convertido en una secuencia de escalofríos, acompañado por gemidos y suspiros.

Te uniste a mí mientras me besabas tan apasionadamente que temí despertar de un sueño irreal.

Pero eras real.
Estabas allí, dentro de mí. Haciéndome sentir algo que jamás había podido imaginar. Como si estuviera tocando el cielo, las nubes o el mismo sol, con la punta de los dedos.

Fundidos en un solo ser, mientras nos besábamos y nos acariciábamos, como dos amantes.

Pronunciaba mi nombre, me lo susurraba al oído, estaba allí, conmigo. En mi interior.

Grité, grité mientras sentía que el nudo en mi garganta desaparecía y solo quedabas tu.

Lo daría todo, de nuevo, por repetir todas las noches aquello.

Me quedé dormida en tu pecho, indefensa, agotada, exhausta.

Tu respiración y tu corazón, eran la música de mi sueño.

Sentía tu calor, unido a mí, tu olor, penetrando por mis poros, tu aliento, enredándose en mi cuello. Te sentía en mí, te sentía allí.
...

Aun te siento

2 comentarios:

Mario dijo...

Intenso. Huelen a sexo todos tus poros.

BloodGhost dijo...

Joder