martes, 15 de junio de 2010

Me muerde hasta los sueños

Desazón,
tan extraña, pero al mismo tiempo tan conocida.
A la que le encanta sonreirme triste desde el fondo de los cajones y se me antoja fría y calculadora.
Desde luego, sabe dónde tiene que colarse para clavarme astillas bajo las uñas y dagas invisibles en el lado correcto del pecho. Totalmente a traición.
Nadie sabe hasta que punto es valiente el héroe cuando no se conocen sus heridas.
Y solo de saberlo me dan ganas de atrincherarme en el lugar más seguro del mundo, que es mi cama, y ni siquiera mirar fuera de las sábanas, no siendo que Evidencia siga sentada en mi sillón, con mis zapatillas, con mi alma....
- No te echo de mi puta vida porque al final llevabas razón, perra.
- Evidentemente.
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Si se trata de confesar, diré que suelo llorar a menudo, cuando tengo frío.
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Y anoche tenía los pies congelados.

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