lunes, 14 de febrero de 2011

Regla 2: A esto sabemos jugar los dos

Paranoias, alucinaciones, espejismos, estado febril permanente...y todavía iba por la mísera primera copa.
Estaba evitándole. Estaba seguro. No era normal que cuando no estaba rodeada de amigas, pareciera que se la tragaba la tierra.
Hubiese jurado que lo de la biblioteca significó algo y sin embargo allí estaba: en la maldita fiesta de fin de exámenes que habían organizado sus amigos, al borde del paro cardíaco cada vez que veía una chica rubia desde su posición en el pasillo y sin siquiera saber si ella también estaba allí o no.

Por más que Vodka lo intentara, el recuerdo de la piel de sus hombros seguía abrasándole como el hierro el rojo vivo.
Llevaba quince minutos haciéndole dibujitos a una ridícula sombrilla de cóctel y a pesar de todo aún podía recrear cómo se le secó la boca cuando ella le taladró con la mirada.
¡Estúpida biblioteca y sus normas silenciosas! Si por él hubiera sido, se le habría abalanzado encima como el león a por su presa.

Y cuando parecía que la noche no podía empeorar, saltaron los fusibles.
"Es increíble como el alboroto sube de golpe en estos momentos y a nadie se le ocurre iluminar con el móvil", fue todo lo que pudo pensar antes de que unas pequeñas manos lo aprisionaran entre un cuerpo y la pared, una boca se adueñara de sus labios y todo su raciocinio se fuera al garete.

Ansiedad, deseo, anhelo y fuego.
No habría otra manera de describir ese beso.
Se aferró con furia a esa cintura y le devolvió el beso con las mismas ganas, abandonándose a los sentidos que le quedaban una vez privado de la vista.
Enfermo, enloquecido, vulnerable.
Creyó que la cabeza le iba a estallar cuando la chica no pudo evitar gemir en su boca cuando sus lenguas se encontraron. Hundió sus manos en sus rizos y él se ahogó en esa boca como si hubiese sido ella, deseando que lo fuera, castigándola por haberlo torturado tantos días.

A punto de perder el control y arrinconarla contra la pared, se escurrió de sus dedos, de su boca y del calor de su cuerpo.
Y volvió la luz. Ni rastro de ella.
La firma de su beso marcada a fuego. El signo de su descaro palpitando en sus pantalones.
Cuando lo mejor es mojarse la cara y salir hasta la calle en busca de aire.

Y la vio.
Ropa de fiesta y su pelo meciéndose al compás de sus pasos, calle abajo, como si la noche fuese suya.
Y al mirar atrás, otra vez esa sonrisa ladeada, mirándole directamente y se colocó una ridícula sombrilla de cóctel con dibujitos en la oreja.

Aparente chica inocente que estaba demostrando serlo solo en apariencia.
Totalmente a la altura del listón establecido para el juego e incluso subiéndolo ella misma.
Nunca sabía por dónde iba a salir; nunca sabía cual iba a ser su siguiente movimiento.
Las cosas no iban a quedarse así.

Definitivamente le había vuelto loco...y le gustaba...y le excitaba.
Muchísimo

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