Había gastado la noche erizando la piel de tu espalda y
sincronizando mi respiración con el vello de tu nuca. Aun sentía tu pulgar
acariciándome la mejilla y los dedos en travesía por mi cintura, viento en popa
a toda vela, rumbo norte, en cálido tacto ascendente por la espalda, en busca
de puerto donde atracar.
No sé en qué momento
decidimos que besarnos lento era la mejor idea. Demasiado atrayente, siempre
inevitable, como un campo de fuerza magnético del que no pudiera separarme…
Somos dos desconocidos jugando a querernos. Reconozco mi
adicción al modo en que rompes mis esquemas, a cómo no te cuesta nada sacar mi
otra yo; sin complejos, sin frustraciones...Mi único foco de concentración es
la huella de tus labios en el espacio entre mi clavícula y mandíbula. Sigo
sonrojándome si me doy cuenta de que me desnudas con la mirada antes de que me
dé tiempo a hacerlo yo. Es una travesura más. Es encenderme a palabras a media
luz, arrastrarme al nivel crítico de mi autocontrol para luego dejarme caer.
Abandonar todo rastro de cordura, guardando la ternura en un cajón para más
tarde y dejar que el tacto entienda por mí…
Le deseo…y él lo sabe
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